Muchas personas evitan abordar temas sobre la muerte, creyendo que si hablan sobre el tema, de alguna manera atraerán esta situación a sus vidas. Expresiones como: «es mala suerte» o «Dios no lo quiera» son reacciones humanas verbalizadas, naturales, es comprensible y legítimo.
Cuando aceptamos hablar de la muerte, prestamos atención a nuestra vida. La muerte es la puerta principal que da acceso directo a la vida. A todos los demás temas se accede por cosas mucho más pequeñas y de menor valor, y en este contexto menciono: la carrera frenética por el éxito, el dinero, los bienes materiales, entre otros, y en este caso, entramos en la vida por las puertas que conducen directamente a la «área de servicio».
La entrada principal es mirar la muerte con naturalidad, romper de una vez por todas el tabú de no tocar este tema, porque cuando miramos la realidad de la muerte entendemos que la vida tiene mucho valor y en ese momento empezamos a tener calidad, lucidez sobre cada uno de nuestros días.
Es una gran evolución cuando nos despertamos y tenemos la lucidez de pensar que este puede ser el último día de nuestra vida; naturalmente, sin desesperación ni desequilibrio, pero de una manera madura y verdadera.
Cuando hablamos de la vida, hablamos de la intensidad de la experiencia humana y esta proviene de nuestros miedos, fracasos y desafíos. Cuando estamos expuestos a esto, no perdemos nuestro tiempo, ya que estamos retrasados y no podemos perder el tiempo. La mayoría de las personas entienden que la vida tiene valor solo cuando reciben el diagnóstico de una enfermedad incurable y en ese escenario comienzan a recalcular todas sus rutas; decide vivir mejor, valora la familia, no prioriza tanto el trabajo, empieza a tener hábitos más saludables, etc.
Lo que quiero decir es que no necesitamos recibir un diagnóstico terminal para saber que nuestras vidas están amenazadas. La naturaleza humana es mortal, no está fuera de lógica, la muerte es la única certeza que tenemos en la vida.
Cuando miramos nuestra muerte, comenzamos a tener una vida que vale mucho más la pena vivir y, desde esta perspectiva, entiendo que la muerte es un puente hacia una vida que tiene más sentido. Dejamos de posponer la experiencia humana que tanto debemos valorar, que es el tiempo, porque se acaba una hora, simplemente no sabemos cuándo será. Sin querer generalizar, muchas personas se dedican a los verdaderos principios y valores de la vida solo cuando se dan cuenta de que el tiempo se acaba.
Esta reflexión nos da una gran oportunidad de cambiar nuestros hábitos, reflexionando sobre nuestra muerte, esto nos dará entendimiento y nos llevará a vivir una vida que realmente valga la pena vivir!
*. Artículo adaptado por Stael Veiga inspirado en el libro: «La muerte es un día que vale la pena vivir» – Ana Cláudia Quintana Arantes