Cuando somos niños, adolescentes e incluso adultos, estamos ansiosos por el regalo que recibiremos en nuestro cumpleaños, día del niño y Navidad, ¿no es así?
A medida que nos convertimos en adultos con una mejor comprensión de la vida, empezamos a descubrir lo poderoso que es dar algo a alguien sin esperar nada a cambio, y aprendemos que nos beneficiamos más de «dar que recibir». Por eso la importancia de ser generosos con las personas que nos rodean. Y cuando hablo de generosidad, no se trata de dinero, sino de respeto y amor por los demás.
Los invito a quedarse conmigo hasta el final de este artículo, para una mejor comprensión del enfoque mencionado anteriormente.
Vivimos en una cultura donde la gente quiere aprovechar todo y ganar tanto como pueda. Dar no es una cuestión de cuánto dinero tenemos en nuestras manos, sino de cuánto amor tenemos en nuestro corazón y en consecuencia ofrecemos a nuestro prójimo. Siempre habrá alguien que necesite más atención, una mano tendida, una sonrisa, un “buenos días” transformador, un abrazo o simplemente una mirada compasiva.
Es importante tener esta práctica en todos los ámbitos de nuestra vida y en nuestro contacto diario con las personas.
Sin embargo, quiero llevar esta reflexión al contexto de “servir” en el SECTOR FUNERARIO; en la atención y asistencia a las familias en duelo, en mudanzas, despedidas, velatorios, entre otros; una escena de tanto dolor y sufrimiento. Quiero reflexionar sobre lo importante y necesario que es servir genuinamente a quienes están pasando por una situación tan difícil y delicada.
Muchas veces estamos inmersos en nuestras exigencias laborales, que son muy importantes, pero sin darnos cuenta olvidamos que al otro lado de la mesa hay personas que necesitan toda nuestra atención, necesitan sentirse apoyadas y acogidas, porque están pasando por un proceso de profundo dolor que es la pérdida de un ser querido.
Cuando estamos atentos al otro es importante detenerse unos instantes, mirarse a los ojos, ajustar el tono de voz, ofrecer un pañuelo para secar las lágrimas, practicar la empatía, la compasión, ofrecer la inclusión de las personas a través de la tecnología. de velatorios en vivo, entre otras acciones sencillas y transformadoras a la vez. Dar “lo mejor de nosotros” en ese momento actuando con sensibilidad. Qué importante es hacer sin esperar nada a cambio. Cuán transformador es, cuando tenemos esa comprensión.
Es cierto que recibimos nuestros salarios y beneficios al final de cada mes, es sumamente necesario para nuestro sustento y para alcanzar nuestros ideales y sueños, pero mi reflexión va más allá, mi objetivo es hacer entender a la gente que hay «un causa mayor, un por qué”, para tan noble misión que se nos ha encomendado.
Entiendo que nuestra misión es servir, cuidar y apoyar a otras personas en el escenario más caótico y difícil de la vida, que es la despedida, la muerte de un ser querido. Es tan sencillo ya la vez desafiante, porque no estamos acostumbrados a servir, siempre queremos que nos sirvan, es mucho más cómodo. Es la naturaleza humana.
Cuando servimos a nuestro prójimo, somos los más beneficiados, nos sentimos felices, nuestro cuerpo reacciona positivamente en todos los sentidos, nuestro corazón está en paz. Al hacer algo por los demás, también lo hacemos por nosotros mismos. No puede ser enfermo, tiene que ser ligero, no es una carga ni un peso. En la misma proporción que damos, recibimos, es la ley de la siembra, “lo que sembramos, cosecharemos”. Nos transformamos en mejores personas y nuestra vida cobra mayor sentido y es justamente esto lo que hace que valga la pena vivir, el legado que dejamos y la transformación que provocamos en las personas que nos rodean, marcando positivamente y eternizando así un ser totalmente diferente para ambos. fiestas.
Somos transformados para transformar. ¡Esta es la mayor felicidad!
¡Guau! ¡Eso es vida!
* “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).
Texto escrito por Stael Veiga